-¿Dónde abandonaste a tu inocencia?
No sé porqué me sorprendió tanto, que los niños hagan eso, es un tópico. Supongo que verla hace un instante chupando la golosina, con su flequillo castaño tapándole la frente y el lazo de tweet a un lado, hizo que pensara que era una santa. O quizás fuese por el corte de la situación o porque no me lo esperaba.
Yo, más golosa que las crías, entré a comprar chucherías en la tienda de la esquina. A la mayor, Ana, le compré una piruleta redonda de colores, a la pequeña una chocolatina y para mí, fruta deshidratada.
Íbamos de compras. Es agradable ir con ellas, son una grata compañía y me ayudan. Al salir nos encontramos con mi compañero de trabajo y su pareja. Nos paramos a hablar con ellos. Cogida de la mano tenía a mi hija mayor, que tiene siete años, y esta a la pequeña de cinco.
En un momento que me distraje un poco, vi que la novia de Miguel miraba divertida a las niñas. Le sonreí y dirigí la mirada a mis hijas. Eli tenía la piruleta de colorines en la frente pegada. Ana me miró con esa mirada entre no he roto un plato en mi vida e incredulidad. Le dije que dónde dejó la inocencia de los lacitos.
Saqué el paquete de toallitas del bolso. Despegué el caramelo, le di un bocado, se lo pasé a la otra niña y limpié con esmero el caramelo pegajoso. Me costó muchísimo. ¡Usé tres toallitas! Las dos primeras se quedaban pegadas al caramelo.
Me despedí con las mejillas ruborizadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario