jueves, 8 de diciembre de 2011

En busca del Sol

Este es el primero de los relatos sobre un grupo de singulares jóvenes. Cada uno de ellos va buscando el sentido de su particular vida: uno descubrirá que un nombre no dice nada sobre tu identidad, el otro quiere sacar de su mente el comiezo de su poema a base de decir frases sin sentido, otro si las flores cambian de olor según su humor y la razón profunda de ello... Pero todos ellos tendrán un objetivo en común al cruzarse en su camino con Jack: el Sol.

En busca del Sol:
con Jack al volante y la "Sin-nombre" al lado.

La carretera estaba desierta y el asfalto brillaba bajo los rayos del Sol. La furgoneta avanzaba a 70km/h. Dentro de ella se escuchaba “Born this way” a todo volumen. El conductor, un hombre de entre 25 y 30 años, la cantaba apasionado con una voz que espantaba a los pájaros. Vestía una camiseta de manga corta de algodón marrón que caía ancha desde sus hombros, y unos vaqueros sucios y raidos. Al cuello llevaba dos colgantes de cordón negro: un elefante de cuarzo blanco y una pluma azul y beige. Su pelo era corto y castaño claro, muy enmarañado, y en su rostro lucía unos bonitos ojos turquesas separados por una nariz prominente.
Había bajado ambas ventanillas y comía panchitos y nachos. En el retrovisor se mecía colgada una flor de plástico rosa.
A lo lejos, vislumbró algo que relucía. Era el cabello rubio de una chica que hacía la señal de stop. El muchacho no evitó pararse. A través de la ventanilla del copiloto vio que las únicas posesiones de la chica eran una mochila naranja fosforito y lo que pudiera contener. Lo saludó con la mano y dijo:
- Me llamo América, pero algún día se me olvidará. ¿Recordarás mi nombre por mí cuando eso suceda?
- ¿Cuando suceda qué? -Contestó él alarmado.
- Cuando no recuerde quién soy.
- Bueno…si quieres… -dijo en tono pasota.
- ¡Sí quiero!- gritó América dando un salto y con los ojos muy abiertos.
- No te vas a casar conmigo… ¿o sí? –preguntó el chico, arqueando una ceja y acercándose a ella.
- Bueno… si quieres…
Ella abrió la puerta del automóvil y montó dentro. Acomodó la infantil mochila entre sus pies y se abrochó el cinturón. Se giró hacia él y le dedicó una gran sonrisa. Además, el cinturón le ceñía entre los pechos.
Una chica agradable, pero…
- ¿Quién te ha invitado a subir? –dijo él, borde.
- Nadie…quiero decir…ninguna persona. -Meditó mirando al vacío con los ojos muy abiertos.- O perro, o gato, o margarita. –Miró la flor. Su rostro cambió de expresión. Ahora ponía ojitos de cachorrito con una boca seria.- ¿Es que acaso no te apetece llevarme a ningún sitio?
No tenía contestación. Pisó el embrague y abandonó la cuneta. Sonaba “The Fame”.
- ¡Eres un maleducado! –Gritó ella al rato.- ¿Cómo coño te llamas?
- No creía que soltabas tacos. –Con esa pinta de niña pequeña…
- Encantada, No-creía-que-soltabas-tacos. –Le tendió la mano.- Yo me llamo Hinata.
- No, mujer, me llamo Jack.
- Encantada, Jack. Yo me llamo Victoria. Por cierto, ¿recordarás mi nombre por mí cuando se me olvide?
- ¡Ya te he dicho que sí!
- ¡Mentira cochina! –Volvió a gritar enfurecida dando botes en el asiento.- Me has dicho “bueno…si quieres…” –Lo imitó a la perfección, entrecerrando, incluso, los ojos.


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