sábado, 22 de febrero de 2014

Unos zapatos en la playa (MR nº 8)

Donald se jubiló hace dos años. Con el dinero ahorrado se compró una casita en la costa para poder pasar el resto de su vida junto al mar. Todos los días se levantaba a las siete y se paseaba  por toda la orilla. Lo hacía descalzo para poder sentir como  la arena se metía  entre sus dedos. Inspiraba el aire con aroma a agua salada y expiraba la verdadera paz. 

Pero hoy al terminar su paseo, sus zapatos, que siempre los dejaba junto a las rocas, no estaban. Y aún más curioso, cuando al día siguiente iba a dejar las nuevas sandalias en las rocas, los zapatos desaparecidos volvían a estar allí. 

-¿Con que los zapatos son tuyos? - Oyó a sus espaldas. Era una mujer de unos sesenta y poco años, rubia y con pamela. - Me llamo Elsa y ayer recogí tus chanclas pensando que alguien se las había dejado olvidadas.

-Hem... ¡oh, gracias....!

-Si las vuelves a dejar ahí, la próxima vez será el agua quien se las lleve. -Dijo con picardía. 




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