Miranda se sentó en la repisa. El calor era sofocante y el único sitio donde había un poco de brisa era ahí. Por eso, los días de verano, la chica ensayaba guitarra en la ventana y en el vencindario, en silencio, sólo se oían los ecos de sus melodías. Una vez, un muchacho que pasaba por su calle le preguntó si no temía caerse. Ella le negó con la cabeza sin parar de tocar.
Más o menos, a cada hora, paraba la danza de sus dedos y hacía un breve descanso para apartarse el pelo, porque las puntas de sus rizos le hacían cosquillas en los hombros, y para bajarse las perneras de los pantalones cortos de algodón. Bebía un trago de té helado y continuaba.
"If I'm lost, please, don't find me!" -Crystal Castles "Todo esto resulta tan descabellado que a un psicólogo se le haría la boca agua." -Stieg Larsson
jueves, 27 de noviembre de 2014
MR nº 27 · "Una tetera de cerámica"
Su precioso juego de cerámica, decorado tan finamente con grandes rosas y rebordes dorados, lucía en la vitrina de la entrada. Escrupulosamente ordenado, con la tetera en el centro y las tazas en sus platillos alrededor, como si bailaran un vals.
El timbre interrumpió su ensimismamiento. Fue a abrir. Era el hijo del vecino. ¡Qué alegre chiquillo! Un tanto travieso, pero sin maldad. El chico entró con la firme confianza de sus frecuentes visitas. Llevaba un nuevo juguete para enseñárselo: un camión de bomberos teledirigido.
El niño lo puso en marcha y la bocina del estruendoso juguete empezó a sonar. El camión cogió carrerilla y se precipitó contra la vidiriera. El mueble se tambaleó. Cuando quedó quieto, Elena suspiró, estaba intacto. Pero al girarse, oyó a sus espaldas un fuerte ruido y cristales entrechocarse: la leja que estaba justo encima del juego de té se había caído e hizo añicos la cerámica.
El timbre interrumpió su ensimismamiento. Fue a abrir. Era el hijo del vecino. ¡Qué alegre chiquillo! Un tanto travieso, pero sin maldad. El chico entró con la firme confianza de sus frecuentes visitas. Llevaba un nuevo juguete para enseñárselo: un camión de bomberos teledirigido.
El niño lo puso en marcha y la bocina del estruendoso juguete empezó a sonar. El camión cogió carrerilla y se precipitó contra la vidiriera. El mueble se tambaleó. Cuando quedó quieto, Elena suspiró, estaba intacto. Pero al girarse, oyó a sus espaldas un fuerte ruido y cristales entrechocarse: la leja que estaba justo encima del juego de té se había caído e hizo añicos la cerámica.
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