En busca del Sol:
El prisma
Jack tenía
un objeto muy preciado desde que era un niño. Con tantos años, que casi ni se
acordaba del día que se lo dieron. Se lo dio su abuela, fallecida hace tres
años dos semanas y tres días. Su querida abuela, con su pelo blanco, corto y
con la permanente, tal como cualquier abuelita que se precie. Era un prisma.
Una pirámide de plástico trasparente y de unos seis centímetros de altura.
Y le dijo su abuela Maricruz: “Aquí dentro guardo algo muy preciado de mi viaje al Sol”. Ella bromeaba, pero Jack era un niño de tres añitos que se lo tomaba todo muy en serio, algo que seguía haciendo veinte años después. Jack cogía aquel tesoro por la base, con las yemas de los dedos en los vértices. Le gustaba como los picos de hundían levemente en la piel y como el prisma arrojaba luz sobre su cara. A continuación, lo apoyaba sobre su palma y lo observaba. Lo estudiaba con tal atención…queriendo penetrar con la mirada el prisma para vislumbrar aquello que encerraba…
Su abuela lo cogió y lo elevó, para que los rayos que entraban por la ventana lo atravesaran. Así le desveló el secreto que perseguiría a Jack durante tantos años: aquello que la abuela se trajo de su viaje al Sol era un rayo de múltiples colores o algo que lo invocaba o... no sabía qué… No importaba… porque eso era lo que “Jakesy” (Maricruz lo llamaba así) iba a descubrir por sí mismo.
En su libreta mental de investigación, el pequeño Jack apuntó que aquella siniestra y maravillosa luz multicolor recorría la moqueta, pasaba por encima de su zapatilla izquierda y subía por la pared hasta perderse en el universo paralelo del techo.
Y le dijo su abuela Maricruz: “Aquí dentro guardo algo muy preciado de mi viaje al Sol”. Ella bromeaba, pero Jack era un niño de tres añitos que se lo tomaba todo muy en serio, algo que seguía haciendo veinte años después. Jack cogía aquel tesoro por la base, con las yemas de los dedos en los vértices. Le gustaba como los picos de hundían levemente en la piel y como el prisma arrojaba luz sobre su cara. A continuación, lo apoyaba sobre su palma y lo observaba. Lo estudiaba con tal atención…queriendo penetrar con la mirada el prisma para vislumbrar aquello que encerraba…
Su abuela lo cogió y lo elevó, para que los rayos que entraban por la ventana lo atravesaran. Así le desveló el secreto que perseguiría a Jack durante tantos años: aquello que la abuela se trajo de su viaje al Sol era un rayo de múltiples colores o algo que lo invocaba o... no sabía qué… No importaba… porque eso era lo que “Jakesy” (Maricruz lo llamaba así) iba a descubrir por sí mismo.
En su libreta mental de investigación, el pequeño Jack apuntó que aquella siniestra y maravillosa luz multicolor recorría la moqueta, pasaba por encima de su zapatilla izquierda y subía por la pared hasta perderse en el universo paralelo del techo.
Queridos dd.ll., lean el primer relato de esta serie. Lo encontraran en el archivo, o navegando por las entradas antiguas del blog.
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