Este es el primero de los relatos sobre un grupo de singulares jóvenes. Cada uno de ellos va buscando el sentido de su particular vida: uno descubrirá que un nombre no dice nada sobre tu identidad, el otro quiere sacar de su mente el comiezo de su poema a base de decir frases sin sentido, otro si las flores cambian de olor según su humor y la razón profunda de ello... Pero todos ellos tendrán un objetivo en común al cruzarse en su camino con Jack: el Sol.
En busca del Sol:
con Jack al volante y la "Sin-nombre" al lado.
La carretera estaba desierta y el asfalto brillaba bajo los rayos del Sol. La furgoneta avanzaba a 70km/h. Dentro de ella se escuchaba “Born this way” a todo volumen. El conductor, un hombre de entre 25 y 30 años, la cantaba apasionado con una voz que espantaba a los pájaros. Vestía una camiseta de manga corta de algodón marrón que caía ancha desde sus hombros, y unos vaqueros sucios y raidos. Al cuello llevaba dos colgantes de cordón negro: un elefante de cuarzo blanco y una pluma azul y beige. Su pelo era corto y castaño claro, muy enmarañado, y en su rostro lucía unos bonitos ojos turquesas separados por una nariz prominente.
Había bajado ambas ventanillas y comía panchitos y nachos. En el retrovisor se mecía colgada una flor de plástico rosa.
A lo lejos, vislumbró algo que relucía. Era el cabello rubio de una chica que hacía la señal de stop. El muchacho no evitó pararse. A través de la ventanilla del copiloto vio que las únicas posesiones de la chica eran una mochila naranja fosforito y lo que pudiera contener. Lo saludó con la mano y dijo:
- Me llamo América, pero algún día se me olvidará. ¿Recordarás mi nombre por mí cuando eso suceda?
- ¿Cuando suceda qué? -Contestó él alarmado.
- Cuando no recuerde quién soy.
- Bueno…si quieres… -dijo en tono pasota.
- ¡Sí quiero!- gritó América dando un salto y con los ojos muy abiertos.
- No te vas a casar conmigo… ¿o sí? –preguntó el chico, arqueando una ceja y acercándose a ella.
- Bueno… si quieres…
Ella abrió la puerta del automóvil y montó dentro. Acomodó la infantil mochila entre sus pies y se abrochó el cinturón. Se giró hacia él y le dedicó una gran sonrisa. Además, el cinturón le ceñía entre los pechos.
Una chica agradable, pero…
- ¿Quién te ha invitado a subir? –dijo él, borde.
- Nadie…quiero decir…ninguna persona. -Meditó mirando al vacío con los ojos muy abiertos.- O perro, o gato, o margarita. –Miró la flor. Su rostro cambió de expresión. Ahora ponía ojitos de cachorrito con una boca seria.- ¿Es que acaso no te apetece llevarme a ningún sitio?
No tenía contestación. Pisó el embrague y abandonó la cuneta. Sonaba “The Fame”.
- ¡Eres un maleducado! –Gritó ella al rato.- ¿Cómo coño te llamas?
- No creía que soltabas tacos. –Con esa pinta de niña pequeña…
- Encantada, No-creía-que-soltabas-tacos. –Le tendió la mano.- Yo me llamo Hinata.
- No, mujer, me llamo Jack.
- Encantada, Jack. Yo me llamo Victoria. Por cierto, ¿recordarás mi nombre por mí cuando se me olvide?
- ¡Ya te he dicho que sí!
- ¡Mentira cochina! –Volvió a gritar enfurecida dando botes en el asiento.- Me has dicho “bueno…si quieres…” –Lo imitó a la perfección, entrecerrando, incluso, los ojos.