miércoles, 24 de diciembre de 2014

Merry kurisumasu!

"maiko Toshikana with a Christmas Tree (PHOTO FROM PHOTOHITO)
Merry Christmas from geisha-kai! (╯^□^)╯︵ ❄☃❄ "
Tengo las manos heladas. Ayer no hacía tanto frío, pero anoché heló y mis flores tenían escarcha esta mañana. El Sol parece una figura.

Ya tengo la bandeja con los dulces preparada. La fruta glaseada que me sobró de los panes de Cádiz la he colocado en cascos. Los rojos son mis favoritos.

🎅🍑


domingo, 21 de diciembre de 2014

Las pasas

La ensalada de pasta estaba riquísima. Llevaba pasas como a ella le gustaba. Se le antonjaban como pequeños caprichos mientras comía. Como la manzana en los asados o la pera en los guisos. El contrapunto delicioso. Aunque a fin de cuentas, ella agradecía cualquier plato que llevara algo dulce. Porque tenía la concepción de que lo dulce era consuelo. Como la novia desconsolada que devora helado de chocolate.

Carol estaba triste, sí. Últimamente (este último año), estaba siempre deprimida. ¿Por qué? Bueno, eso es difícil de explicar.

Carol siempre iba sola. Ella se enorgullecía de ser una mujer independiente, se las arreglaba muy bien. Era una mujer bastante apañada. No se trataba de eso. Las cuestión era que cuando llegaba a su apartamento, Carol pasaba la tarde acostada en la cama, mirando el techo. Después cenaba un sobre instantáneo de pasta. Y por último, se iba a dormir, abrazada a la almohada ya que no tenía a nadie con quien acurrucarse. Ese era el problema. No tenía con quien compartir sus noches ni quien le cocinara unos macarrones con pesto de verdad.

Pinchando un trocito de jamón york llegó a la conclusión de que, inevitablemente, se moriría sola. No tendría ni siquiera un gato. Llenaban el sofá de pelos. Dejó cuidadosamente el tenedor con el dado de fiambre ensartado junto al plato. Se cruzó de brazos y se quedó mirando a la nada, ensimismada en sus pensamientos.

Empezó a encontrarse mal. Con náuseas. Se notaba palidecer. Deseaba salir de allí. No del restaurante, si no del mundo. Tomar un cohete que la llevara lejos, muy lejos. A otro planeta o a otra galaxia.

¿Está bien? -le preguntaron.

Carol se sobresaltó. Sorprendida se quedó mirando a quien le había echo la pregunta. Era el camarero, que estaba recogiendo las mesas. Pensó en decirle que no, que no estaba bien, que se estaba ahogando, pero logró forzar una sonrisa.

-Es el calor, estoy un poco aturdida -explicó-. 


jueves, 27 de noviembre de 2014

Miranda, la chica de la ventana que tiene una Fender azul (MR nº 28)

Miranda se sentó en la repisa. El calor era sofocante y el único sitio donde había un poco de brisa era ahí. Por eso, los días de verano, la chica ensayaba guitarra en la ventana y en el vencindario, en silencio, sólo se oían los ecos de sus melodías. Una vez, un muchacho que pasaba por su calle le preguntó si no temía caerse. Ella le negó con la cabeza sin parar de tocar. 

Más o menos, a cada hora, paraba la danza de sus dedos y hacía un breve descanso para apartarse el pelo, porque las puntas de sus rizos le hacían cosquillas en los hombros, y para bajarse las perneras de los pantalones cortos de algodón. Bebía un trago de té helado y continuaba.


MR nº 27 · "Una tetera de cerámica"

Su precioso juego de cerámica, decorado tan finamente con grandes rosas y rebordes dorados, lucía en la vitrina de la entrada. Escrupulosamente ordenado, con la tetera en el centro y las tazas en sus platillos alrededor, como si bailaran un vals.

El timbre interrumpió su ensimismamiento. Fue a abrir. Era el hijo del vecino. ¡Qué alegre chiquillo! Un tanto travieso, pero sin maldad. El chico entró con la firme confianza de sus frecuentes visitas. Llevaba un nuevo juguete para enseñárselo: un camión de bomberos teledirigido.

El niño lo puso en marcha y la bocina del estruendoso juguete empezó a sonar. El camión cogió carrerilla y se precipitó contra la vidiriera. El mueble se tambaleó. Cuando quedó quieto, Elena suspiró, estaba intacto. Pero al girarse, oyó a sus espaldas un fuerte ruido y cristales entrechocarse: la leja que estaba justo encima del juego de té se había caído e hizo añicos la cerámica.

miércoles, 9 de julio de 2014

Vestido de té verde y el pájaro del pecho rojo


 Durmió en bragas y al amanecer la piel de sus lunas parecía aterciopelada con la brisa fresca. Por la ventana entraba una luz clara. El pueblo quedaba semioculto por la niebla. Roberta, la del único pelo, la de una sola cara, la de la misma lengua callada, yacía en su cama. Permanecía en silencio oyendo a las golondrinas chillar. Triste, como una noche sin estrellas o como la soledad.
Roberta se puso el brazo sobre los pechos y se incorporó. Se miró los pies, largos, de dedos pequeños y con las uñas pintadas de azul oscuro. Después observó sus tobillos. Se masajeó el hueso, redondo. Tenía las piernas entumecidas.
Notaba cómo las puntas del pelo le acariciaban la espalda, entre los omoplatos. Con la mano que tenía libre, se echó la melena hacia delante por el lado derecho. Cogió varias puntas y se las puso delante de los ojos. En la muñeca de la mano con la que se acariciaba el cabello llevaba un coletero. La goma era negra e iba trenzada. Un gran aplique plateado la cerraba. Soltó el brazo con el que se tapaba el busto y peinándose con los dedos, se recogió el pelo en una cola de caballo.
Por fin, se levantó de la cama. Fue al armario y sacó un fino vestido de gasa verde mar. Se lo metió por la cabeza y pasó las palmas por los bajos para quitar las arrugas del tejido.
En la cocina, llenó una tacita con agua caliente de la cafetera y puso en ella un sobre de té de moras. Cogió el platito a juego y llevó el té en la palma de la mano izquierda, dándole sorbitos levantando la taza con el índice metido en el asa.
Al cruzar el pasillo, oyó un piar un poco alto que provenía de su habitación. Se asomó desde el umbral de la puerta y encontró a una pequeña golondrina posada en el alféizar. La cría de golondrina tenía un plumaje de un azul muy intenso, decorado por la papada carmesí y la barriga blanca. Pió de nuevo y dio saltitos por el alféizar, metiéndose en la habitación.
Roberta se apresuró hacia la ventana, para que el pájaro no entrase. La golondrina se asustó y en vez de salir volando hacia la calle, entró pasando por encima de la cabeza de la muchacha. Ella se sobresaltó y se llevó las manos a la cabeza dejando caer al suelo el té. El platillo se desportilló y la taza rodó por la alfombra, vertiendo el líquido aromático y violáceo. El pájaro voló por la habitación enloquecido, dejando caer plumas por todo el cuarto, hasta que chocó con la lámpara y cayó a un lado de la cama.
Roberta, con el corazón a mil, esperó unos segundos mientras se recuperaba del asombro y, a gatas, rodeó la cama hasta donde el pajarillo yacía boca arriba y con las alas abiertas. Aún estaba vivo y su pecho subía y bajaba con velocidad. Lo cogió por las patitas y lo llevó hasta la ventana.
No sabía qué hacer con él. Lo más probable era que se moriría, mas no podía dejarlo caer porque acabaría siendo comida para los gatos. Tampoco le parecía bien tirarlo a la basura. ¡Qué degradante!
Volvió la mirada a donde se había caído la taza. La recogió. Todavía quedaba un poco de té y los posos. Estaba frío. Observó con pena al pájaro por última vez y le echó encima el líquido de moras. El gorrión se quejó un poco al notar que lo mojaban. Roberta esperó dos minutos. El pajarillo, poco a poco, fue recuperándose. Cuando estuvo más espabilado, echó a volar y se marchó.


Coltre - Paoloraeli



miércoles, 25 de junio de 2014

Me this summer


Con el pelo tintado y acalorada, me acuerdo de ti. Me pregunto qué haces que no me llamas para salir a tomar helado y me contesto que estás en la playa. 

Yo no estoy en la playa, estoy encerrada en mi casa. Sí, me gustaría estar tirada en la arena.

Ya no me puedo vestir de negro. Ahora voy de blanco. La ropa interior es azul.

Cómo explicar que me siento bien en los baños públicos. Me siento en el retrete con la tapa cerrada a pensar. Allí encerrada le doy vueltas a todo. Deseo olvidarlo todo. 

¿Pero entonces qué sería?

Foto de Cheyenne Sophia



sábado, 21 de junio de 2014

Twigs x Yeha





I can't believe it... maybe the world is at its end. This photo... is like watching Superman and Batman together. My two idols... together!!

In the left, dressed with a beautiful moon & stars print croptop FKA twigs. Singer, and, as I met her, dancer.


 





Next to her, Creepyyeha, designer of the most creepy  and intimate fashion. I'm one of her Babydolls.





lunes, 16 de junio de 2014

Creepygal V

Después de cuatro días encerrada en la habitación, sintió deseos de salir.

Alba tenía un armario variopinto. Iba coleccionando prendas extravagantes que después combinaba sin sentido, consiguiendo un look grotesco y alternativo. Las camisetas psicodélicas eran sus favoritas. Y para ella hacían juego con pantalones cortos brocados o con lentejuelas. Los accesorios no eran más disimulados: gigantescos collares dorados con imágenes de dioses que no eran conocidos, anillos con pinchos, maxibolsos con distintas telas a un lado y al otro (el de esta noche llevaba un rosal en rosa por delante y esparto por detrás), leotardos, chokers atados con lazos y retales colgados de estampados atrevidos como leopardo, taftán y hawaiano.

Alba no hablaba con nadie. Hace años que dejó de comunicarse con la gente. Sólo habría la boca para poner entre sus labios, siempre pintados de lavanda, un cigarrillo. Se colaba en las discotecas y se metía etre la muchedumbre. La gente la empujaba y la pisaba, pero Alba seguía avanzando a lo largo de la pista de baile sin molestarse y fumando. 

Estaba muy delgada. Se alimentaba a base de galletas. Sólo mordisqueba galletitas. Eso sí, las consumía de todas las variedades.  Sus favoritas llevaban frutos secos.

La atropellaron cuando se recogía de la fiesta. El golpe no fue mortal, pero ella se quedó tendida en el asfalto mirando el cielo. Se le antojó demasiado oscuro y cerró los ojos. En el aterrizaje se había roto la nariz y la sangre manchaba su barbilla y su cuello pálidos.  

Se preguntó que a dónde pertenecía ella. Suponía que a ningún sitio. Ni siquiera a sí misma.

Alba, entre la gente, sacando un cigarrillo.


如果你让我在你梦中,我就让你在我梦中。

   I’ll let you be in my dreams if I can be in yours.

Peach reasons

i had to make this transparent for peach reasons
(you can delete that)
 Este melocotón me recuerda a tus mejillas. Aunque tú tienes la piel más morena, son igual de suaves y ruborizadas. Estoy deseando coger tu cara entre las manos. Mirarte un poco antes de comerte a besos. Supongo que te echo de menos... Por eso me siento como un melocotón...

sábado, 31 de mayo de 2014

Virginidad


 Chiara Bautista

Todas las tradiciones y religiones son opresivas. Incluso las nuestras, aunque estés acostumbrado a ellas. Luego me hablan de las "atrocidades" que hacen "con las mujeres" en otras culturas. Y pienso en los problemas que tenemos las mujeres, justo ahora y justo aquí, para muchas muchas cosas: el aborto (para empezar la lista con fuerza), la violencia machista (y el trato, demasiadas veces, como objetos sexuales y los pequeños gestos que sufrimos de nuestra sociedad), conseguir la equidad a la hora de trabajar... En fin... Deberíamos ser más realistas y solucionar primero nuestras injusticias.


Y aquí un blog para pensar un rato :) : http://conoarmadoconoliberado.tumblr.com/

sábado, 24 de mayo de 2014

Ningún sentimiento perdura en mí. Tan sólo la sensación de un hueco. Una ausencia como agua negra a la que me asomo y en la que veo reflejado lo que soy: mi propia ausencia, mi vacío.
Chantal Maillard

Desconsuelo

-Pero... ¿qué haces? - Preguntó la muchacha en un susurro y con un tono desganado.

-Besarte, hermosa Julieta. -Le contestó el hombre. -Sentir que depositas en mis labios el pálpito que nunca recogerá tu amado. Y, al hacerlo, yo lo llamo estúpido puesto que te miró y no supo verte. -A él esas palabras no le sonaban a cliché.

La besó, pero no sintió la respuesta de Julieta. Ella, cabizbaja, seguía azulada y triste. La compadeció y la estrechó aún más fuerte, sintiéndose dichoso de jamás haber estado enamorado.

El sol me quema la piel



Ya no me pongo medias. Las he dejado en el cajón de la ropa interior; tenían agujeros y carreras de llevarlas toda la temporada, pero no me he dignado a tirarlas; las he dejado allí, en el cajón.
Me miro las piernas, blancas y largas, y me digo que el verano ya está aquí; que es tiempo de sombras de ojos brillantes y lipgloss. Que, dentro de nada, sólo me secaré el pelo con la toalla y que no necesitaré base de maquillaje. Me digo, "pronto te pondrás el bikini y este año te gustará más verte con él". "Te tirarás en la arena a mirar como tu piel se broncea". "Mirarás el agua y dejarás que tu mente se mezca al ritmo de las olas". Del armario, visto una falda vaquera y una chaqueta también de tela vaquera. Miro en su interior, y todo son camisas de gasas de tonos fosforitos y prendas vaqueras.

Pero sé que me quedaré encerrada: mirando por la ventana cuánto calor hace fuera. Que no saludaré a las gaviotas, ni a los cangrejos ni a las algas. Nunca cojo color en la playa y no me pinto las uñas de colores. Mierda, ni siquera salgo de debajo de la sombrilla. Me quedo sentada en la esterilla, cubriéndome el cuerpo con un vestido de playa, el pelo con un pañuelo y los ojos con las gafas de sol más grandes que encuentro. Me abrazo las rodillas y veo a los críos correr y salpicar agua.  Deseando que llegue el invierno antes de que empiece el verano. Jamás me haré esas mechas de fantasía, no luciré ese tatuaje ni ese pirçing. Sólo la piel blanca como la nácar, la cual debo proteger del sol porque su lametón me produce picores. No viajaré a Granada. No volveré a pisar con mis sandalias con abalorios la Plaza de las Flores. No subiré por el Paseo de los Tristes para comprarme unos pantalones hippies. Tampoco le compraré a los moros unas babuchas. Cojo un puñado de arena y me encuentro con que está llena de colillas. Entonces me grito a mi misma: "odio esta arena sucia, odio el calor, odio el verano".

martes, 20 de mayo de 2014

Luna de las nieves

Aquella fue la noche más fría de todo el invierno. El fuego de la chimenea ya se había extinguido y no me quedaban más troncos dentro de la casa. Me quedé en el colchón, tapada por todas las mantas de piel de ciervo que tenía. Mi mirada se quedó fija en la vacía pared que, con la oscuridad, lucía llena de sombras. Sombras que danzaban y me recordaban a mis compañeros; todos caídos, todos muertos.


Pero el frío seguía acuchillandome y me vi obligada a salir a la tempestad a por más madera. Di la vuelta a la cabaña y llegué al pequeño cobertizo con la leña apilada. Con varios troncos acomodados en mis brazos, me percaté de algo negro que coronaba la cima: un cuervo. El pájaro se había congelado y ahora, tieso, servía como decoración. Al inspeccionarlo mejor, me fijé en que no tenía dos, sino tres ojillos que me acechaban, quietos para siempre.



lunes, 19 de mayo de 2014

Creepygal IV



White hair is...perfection.








viernes, 16 de mayo de 2014

From Mars



I just looked myself
Straight in the eyes and saw
That I had to move
To higher places
So I took my courage
In both hands and
I pushed off the ground
With all my might


Took off from the red place
In the sky I fly
I have lost my reason
And I've made my sense
From up there I will see
Where I'm from
And where the force of love
Will tell me now to go


But why do you say
That you are lost
If you don't even try
To find yourself
My words are a stairs
I put my feet on
And I climb through
A starless night to my place



Gojira


jueves, 10 de abril de 2014

El flequillo de Alba

Alba era una pequeña niña de un año con el pelo castaño y cortito. Le gustaba que el viento le diera en la cara y así levantara su flequillo. 

Con la frente aún despejada (los cabellos cortados perfectamente rectos danzaban por encima de su cabeza), se volvía y me sonreía. Se reía con una sonrisa llena de dientecillos desparejados: parecía que sus padres hubieran cogido un puñado de dientes y se los hubiesen echado a la boca. Sus mejillas se llenaban y sus ojillos brillaban.

 Luego venía otra ráfaga y rompía a carcajadas.

martes, 25 de marzo de 2014

Creepygal III


 どうすたなんだろ? 
わたし...
 わたし...
 わたし...
 わから ない
な にも...わから ない
 な にこのかおり?
 いいかおり
 わたしのすきかおり
 もなかないで

¿Qué me ha pasado? Yo... yo... yo...  nada... no sé... nada.
¿Qué es este aroma? Huele bien. Es mi olor favorito.
Deja de llorar.

Kai Jing II: Tres gatitos blancos (MR nº 18 -ampliado-)


Sabía que Kai Jing me quería. Y yo le amaba y estaba esperándole. Estaba sentada junto a la ventana, consiendo para matar el tiempo de la desesperante espera. Cuado oí el ruido de la grava revuelta, dí un respingo y sentí la piel de los brazos helada. Me costó dejor la aguja y la tela a un lado, porque mis dedos no respondían a mis órdenes.

Vino el martes pasado y me lo confirmó. Me dijo palabras preciosas y a mí me pareció que hablaba el idioma de las estrellas fugaces. Su piel, suave como el mejor terciopelo, olía a cítricos: una mezcla de azahar, hierba de limón y pomelo. El aroma que aún hoy en día hace que mi mente se enturbie y que yo desaparezca momentáneamente de este mundo.

Volvió el jueves y esta vez llevaba un cesto en su bicicleta. Lo bajó y lo puso a mis pies.

-Los he encontrado en mi jardín: la gata del vecino ha criado bajo los setos.-Bajó la mirada y en un susurro confesó:- Pensé en tí.

Me agaché y desabroché el cierre dorado. Abrí la tapa, sintiendo la caricia del mimbre en mis dedos y la estupefacción que el inesperado regalo me producía. Dentro, acomodados en suaves sábanas de algodón recio, había tres gatitos blancos.  Al principio no pude adivinar qué eran esos montoncitos de pelo,  ya que su pelaje de nácar era perfectamente confundible con las sábanas. Uno de ellos me miró con sus ojillos azules y maulló con un plañido agudo, estirando los bigotes en una mueca que mostraba toda su cavidad bucal. Sólo uno de ellos tenía las orejitas negras y otro, el rabo rayado. Con los ojos anegados de lágrimas miré a Kai Jing. A través de la pantalla de mis lágrimas, sólo llegaba a adivinar su conjunto blanco de lino y su pelo negro, fino como la seda.

Él tomó dos de los gatitos y los puso en mi regazo.

-Jamás te sentirás sola.

Entonces, mirando al tercer gato que había quedado en la cesta, me dí cuenta de que aquellos animalitos iban a durar más a mi lado que Kai Jing.


Kai Jing

Este es un fragmento de un libro que me gusta mucho y que ahora mismo me estoy releyendo. Creo que jamás olvidaré las palabras tan bellas que usa Amy Tan para relatar cómo LuLing conoce a Kai Jing. Quiero compartirlas con vosotros. Son unos párrafos maravillosos. 

El libro se titula La hija del curandero y fue publicado en 2001.

Espero que os guste.
 
Desde "El lenguaje de las estrellas fugaces"
 
 
 

...Entonces yo también había cambiado: había dejado de ser ayudante para convertirme en maestra, y la niña solitaria de antaño estaba ahora enamorada del hijo del maestro Pan.


Nuestra historia comenzó de la siguiente manera:

Todos los años, durante el pequeño Año Nuevo, las alumnas pintaban bandas con pareados de la buena suerte para la feria de la Boca de la Montaña. Un día yo estaba en el aula con el maestro Pan y otras alumnas, pintando los largos carteles rojos que cubrían los pupitres y el suelo.

Como de costumbre, Kai Jing llegó en su bicicleta para recoger a su padre. El suelo de la colina de Hueso de Dragón estaba helado, así que Kai Jing dedicaba la mayor parte de su tiempo a dibujar diagramas, escribir informes y hacer maquetas de los sitios donde habáin descubierto huesos. El día en cuestión, Kai Jing llegó temprano, y el maestro Pan no estaba preparado para irse. De manera que el joven se ofreció a colaborar con la pintura de los carteles. Se colocó a mi lado, y yo me alegré de recibir ayuda.

Pero entonces vi lo que estaba haciendo: copiaba todos los ideogramas o figuras que yo dibujaba. Si yo escribía "suerte", él escribía "suerte". Si yo escribía "abundancia", él escribía "abundancia". Si yo escribía "todo lo que deseaba", el pintaba lo mismo, trazo a trazo. Lo hacía a un ritmo prácticamente idéntico, de manera que parecíamos dos personas bailando. Así nació nuestro amor: la misma curva, el mismo punto, el mismo movimiento del pincel mientras nuestras exhalaciones se fundían en una sola.

Pocos días después, las alumnas y yo llevabamos los carteles a la feria. Kai Jing me acompañó y comenzó a hablar en murmullos mientras caminaba a mi lado. En las manos llevaba un pequeño libro de pinturas hechas sobre papel de morera. En la tapa se leía: Las cuatro manifestaciones de la belleza.

-¿Te gustaría ver lo que hay dentro? -preguntó.

Cualquiera que nos oyera habría pensado que hablábamos de lecciones de la escuela. Pero hablábamos de amor.

Volvió una página.

-En cada forma de la belleza hay cuatro niveles de talento. Ocurre en la pintura, la caligrafía, la música y la danza. El primer nivel es la competencia. -Mirábamos una página en la que había dos dibujos idénticos de un bosquecillo de bambúes, una pintura típica, bien hecha, realista e interesante por los detalles de dobles líneas, una imagen que expresaba las ideas de la fuerza y la longevidad-. La competencia -prosiguió- es la habilidad para dibujar algo una y otra vez con los mismos trazos, la misma fuerza, el mismo ritmo y la misma sinceridad. No obstante, esta clase de belleza es corriente.

>>El segundo nivel -prosiguió Kai- es la excelencia. -Comtemplamos otro dibujo de varios tallos de bambú-. Éste va más allá de la competencia. Su belleza es única. Y sin embargo es más sencillo que el otro, hace menos hincapié en los tallos  y más en la hojas. Expresa a un tiempo fuerza y soledad. El pintor menor es capaz de captar unade estas cualidades, pero no la otra.

Volvió la página. La ilustración siguiente era un solo tallo de bambú.

-El tercer nivel es lo divino -dijo-. Las hojas son ahora sombras mecidas por un viento invisible, y el tallo sólo es perceptible como una sugerencia de lo que falta. Sin embargo, las sombras está más vivas que las primeras, pues aquéllas tapaban la luz. La persona que ve esto no tiene palabras para describir cómo lo han hecho. Por mucho que lo intente, el pintor no podrá volver a captar el sentimiento de esta pintura, sólo una sombra de la sombra.

-¿Cómo es posible que la belleza sea algo más que divina? -pregunté, sabiendo que pronto oiría la respuesta.

-El cuarto nivel -explicó Kai Jing- es superior a éste, y todo mortal tiene en su naturaleza la capcidad de hallarlo. Sólo podemos percibnirlo si no intentamos percibirlo. Se manifiesta sin motivación ni deseo ni conociemiento del posible resultado. Es puro. Es lo que tienen los niños inocentes. Es lo que los viejos maestros recuperan cuando han perdido la razón y vuelven a ser niños.
Volvió la página. En la siguiente había un óvalo.

-Esta pintura se llama En el interior de un tallo de bambú. El óvalo es lo ves si estás dentro, mirando hacia abajo o hacia arriba. Es la simplicidad de estar dentro, sin razón ni explicación para ello. Es la natural fascinación ante el descubrimiento de que otdas las cosas guardan relación con otras, un óvalo de tinta con una página en blanco, una persona con un tallo de bambú, el espectador con la pintura.
Kai Jing hizo una larga pausa.

-El cuarto nivel se llama espontaneidad -dijo por fin. Guardó el libro en el bolsillo de su chaqueta y me miró con expresión pensativa-. Últimamente detecto esta belleza de los espontáneo en todas las cosas. ¿Y tú?

-Yo también -respondí, y me eché a llorar.

Porque los dos sabíamos que hablábamos de la espontaneidad con que uno se enamora como si dos tallos de bambú se inclinaran el uno hacia el otro empujados por un viento caprichoso. Entonces nos inclinamos el uno hacia el otro y nos besamos, perdidos en el invisible reino de nuestra unión.


Kai Jing y yo probamos por primera vez el placer prohibido en una noche de verano iluminada por una brillante luna. Nos habíamos escondido en un trastero situado al fondo de un pasillo, lejos de la vista y los oídos de los demás. Yo no sentía vergüenza ni sentimiento de culpa. Me sentía audaz y renovada, capaz de nadar por el cielo y volar a través de las olas. Y si aquello traía mala suerte, que así fuera. Yo era hija de Tita Querida, una mujer que tampoco había podido controlar sus deseos y por eso me había concebido a mí. ¿Qué podía haber de malo en ello, cuando la piel de la espalda de Kai Jing era tan suave, tan cálida, tan fragante? ¿También estaba mal sentir sus labios en mi cuello? Cuando desabotonó la espalda de mi blusa y ésta cayó al suelo, yo ya estaba condenada, y me alegraba de ello. Luego cayó el resto de mi ropa, prenda a prenda, y sentí que me volvía más ligera y oscura. Él y yo éramos dos sombras negras y etéreas que se doblaban y se fundían, débiles y feroces a la vez, ingrávidas, ajenas a todos los demás... hasta que abrí los ojos y descubrí que había una docena de personas mirándonos.

 Kai Jing rió.

-No, no, no son reales. -Tocó una de ellas. Eran las imágenes del infierno restauradas y convertidas en Feliz Navidad.

-Son como el público de una ópera mala -dije-; no parecen complacidos.

Estaba la Virgen María con la boca abierta en mudo grito, los pastores con las cabezas puntiagudas y el Niño Jesús, con los ojos saltones como los de un sapo. Kai Jing cubrió la cara de María con mi blusa y la de José con mi falda. El Niño Jesús se quedó con mi enagua. Acto seguido, Kai Jing colocó su ropa sobre los Reyes Magos y volvió a los pastores de espaldas. Cuando todos quedaron mirando a la pared, me ayudó a acostarme sobre la paja y una vez más nos transformamos en sombras.
Pero lo que sucedió a continuación no fue como un poema o una pintura del cuarto nivel. No éramos como la naturaleza, tan maravillosamente armoniosos como la tupida copa de un árbol contra el cielo. Habíamos previsto algo semejante, pero la paja nos raspaba la piel y el suelo apestaba a orina. Cuando una rata salió de su agujero, Kai Jing se separó de mí y accidentalmente derribó al Niño Jesús de su cuna. El monstruo de los ojos saltones yacía a nuestro lado como si fuese un hijo de nuestro amor. Entoces Kai Jing se levantó y encendió una cerrilla para buscar a la rata. Al azar la vista y ver sus partes íntimas, supe que ya no estaba poseído. También noté que tenía garrapatas en el muslo. Un instante después, él señaló tres en mi trasero. Me incorporé de un salto y empecé a sacudirme para librarme de los bichos. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no llorar ni reír mientras Kai Jing me inspeccionaba y quemaba las garrapatas con la cerilla. Cuando retiré mi falda de la cabeza de María, se me antojó que se alegraba de que estuviese avergonzada a pesar de que no habíamos satisfecho nuestros deseos.

viernes, 14 de marzo de 2014

Una mañana (MR nº1)


 Era inevitable que el primero te lo dedicara a ti, mi novia de San Francisco.

Tenía el pelo del color de la miel y el pintalabios naranja resaltaba su tez tostada. Iba bebiendo su café con azúcar, leche y chocolate. Un mix súper dulce que la despertaba bien para ir a clase. Quizás estuviese escrito en las estrellas de la noche pasada el encontrarse con aquel chico. Pero esa es otra historia.


Las pieles de nácar

Choi Ara by ChOI Yongbin for W Korea Dec 2013

El pelaje de los gatos (MR nº14)




Manises se despertó de la siesta y se estiró. Andrea puso la mano en su lomo arqueado y al gato le pareció bien una sesión de caricias. Así que éste se acomodó en el hueco de la cadera de Andrea y dejó que su ama paseara los dedos por su pelaje.

Andrea pensaba sobre el color del pelo de los gatos. Había leído que, por ejemplo, los gatos siameses no tenían las orejas y el rabo negros y el resto del cuerpo blanco por casualidad; sino que se debía a que el gen que expresaba la pigmentación estaba regulado por la temperatura. Por tanto, en las zonas más frías se expresaba más y se producía melanina.

Pero Andrea aún se preguntaba por qué sólo las gatas podían ser de tres colores. También sentía curiosidad por las características de Manises: todo blanco como la nácar si su madre era una preciosa gata del color del betún.

Creepygal II



Ella pidió desaparecer, y Venus le concedió el deseo.

domingo, 23 de febrero de 2014

sábado, 22 de febrero de 2014

Unos zapatos en la playa (MR nº 8)

Donald se jubiló hace dos años. Con el dinero ahorrado se compró una casita en la costa para poder pasar el resto de su vida junto al mar. Todos los días se levantaba a las siete y se paseaba  por toda la orilla. Lo hacía descalzo para poder sentir como  la arena se metía  entre sus dedos. Inspiraba el aire con aroma a agua salada y expiraba la verdadera paz. 

Pero hoy al terminar su paseo, sus zapatos, que siempre los dejaba junto a las rocas, no estaban. Y aún más curioso, cuando al día siguiente iba a dejar las nuevas sandalias en las rocas, los zapatos desaparecidos volvían a estar allí. 

-¿Con que los zapatos son tuyos? - Oyó a sus espaldas. Era una mujer de unos sesenta y poco años, rubia y con pamela. - Me llamo Elsa y ayer recogí tus chanclas pensando que alguien se las había dejado olvidadas.

-Hem... ¡oh, gracias....!

-Si las vuelves a dejar ahí, la próxima vez será el agua quien se las lleve. -Dijo con picardía. 




Una caja de fresas (MR nº 6)



Felipe paseaba por la calle con paso lento aprovechando que esa mañana hacía un poco de sol. Pronto empezaría la primavera, pero aún soplaba un viento helado que le cortaba la piel de las manos. Llevaba la parka verde cerrada hasta arriba. Así, el borrego le calentaba las mejillas. 

Llegó al mercado. Los fruteros ya habían traído las primeras frutas de temporada. Lucían apetitosas aunque no estuvieran todavía en su punto. Vio una pequeña caja de madera con grandes fresones. Al ver el reluciente rojo pensó en Mariana, su mujer, y en el bebé que tendrían este verano. Compró la caja y volvió a casa diciéndose que nunca una fruta le había echo sentirse más feliz.


Los días de Patricia (MR nº 7)




Se había dejado el pelo larguísimo, a mitad de la cintura, y se lo había tintado de rosa pastel. Se despejó la cara trenzandose los mechones de la cima de la cabeza, decorando la trenza con una goma elástica negra. Se puso el suéter más largo que tenía y, debajo, una falda de cuero. Sólo le faltaba su mochila, una de esas tan monas con alitas. 

Patricia saldrá a la calle, quedará con sus amigas, se tomará dos cervezas con cupcakes y por último volverá a su cuarto para navegar por Tumblr y ver dos capítulos de anime. Al fin y al cabo, estaba de vacaciones.

jueves, 23 de enero de 2014

Cómo el samurai cruzó el lago y llegó a los espejos malditos (Shiro kasama I)



“El camino te lo mostrarán las piedras”. Ese era el mensaje del mago que Nerine había encontrado en el interior de la roca porosa. Tan misterioso como siempre, aquel maldito mago lo veía todo desde su nube sin tomar parte de nada. Ya se ocuparía de salvar a todos los aldeanos  Nerine, su ficha de damas. El guerrero intentaba no romperse la cabeza en intentar descifrar la frasecita durante el camino, puesto que hasta que no llegara el momento, no tendría sentido aunque la leyera del derecho o del revés. ¡Maldita sea su estampa! ¡Siempre dos pasos por delante del kasama!


Nerine, el kasama Shiro ("soste aka"), debía destruir los espejos malditos de Fondo Laguna la Negra. El señor de Fondo Laguna la Blanca le daría treinta monedas de recompensa si volvía con la gema carmesí. Nerine, con una mano metida dentro del kimono a la altura del pecho, emprendió el viaje. A pie, como siempre.


Cuando llegó a Fondo Laguna, se encontró con que un gran lago rodeaba toda la colina. El kasama se acercó a la orilla, donde crecían muchísimos juncos de colores anaranjados. Se echó el pelo hacia atrás y observó el agua. Algo blanqueaba en el fondo… Nerine entrecerró los ojos, concentrado, intentando penetrarla… ¿Orphias? ¿Aquellas extrañas flores pálidas subacuáticas en forma de bollo? ¿Calaveras? ¿Eran calaveras? Sí, y había cientos, semienterradas. 


Sacó del bolsillo el mensaje del mago y lo releyó. Sólo avistó hierba y unos pocos árboles. Ni una sola piedra.


El kasama volvió por donde había venido hasta salir del lago. Allí sí había piedras y cogió todas las que le cabían en los brazos. Otra vez en la orilla del lago, las dejó caer al suelo, quedándose con una en la mano. La sopesó mirándola. No era una piedra fea. Era rosada, con motitas de color crema. Se acordó de un renombrado filósofo religioso que había estudiado en su pueblo de origen, Camaro.  Según él, las piedras se situaban más arriba o más abajo, más a la derecha o más a la izquierda para subsistir, “la posición estratégica de la piedras”. La lanzó pensando qué raíz habría masticado ese sabio para escribir esas chorradas. Ahí se hundió y ahí quedaría perdida para siempre en el lago negro. Recogió tres más y las tiró al agua. Esta vez, cuando Nerine iba a agacharse de nuevo, se dio cuenta de algo inaudito: una de las tres piedras no se había hundido, estaba flotando. Corriendo, lanzó más piedras a donde esa descansaba. Tampoco se hundían. Las tiró más allá y contempló cómo se formaba un sendero en la superficie del agua. Nerine dio un paso dentro de agua… más bien era “sobre” ella, porque su pie no se hundió. 

Toda la colina  aguantaba la respiración: el guerrero no oía a los animales del bosque ni el viento removía sus largos cabellos blancos. Aquella zona estaba muerta y pudrida. Sabía que la tierra bajo aquella hierba extraña era púrpura y sólo era regada con la sangre de cualquier ser vivo que se perdía allí. ¿Qué esperaba acaso de la zona negra de la región del oeste? Siempre viajando, pasando por distintos terrenos de todos los colores y todos lo olores. Aquella olía a moho. Hasta el agua había perdido su brillo y se mostraba más bien opaca. 

En el centro del lago descansaba un islote. El suelo no era muy estable y en poco tiempo se le hundían los pies en el barro. Se dió prisa en explorar y encontró un matorral que escodía un agujero. Saltó dentro. Al incorporarse del aterrizaje, primero le azotó el hedor... después la confusión.

Era una cueva... no, era más que eso... era una cueva dentro de un agujero. Había una drusa más alta que él adornando la pared del fondo. Se acercó a ella con cautela. Ya había tenido malas experiencias con todo tipo de minerales y cristales hechizados. Y éste no parecía una excepción. Posó la mano sobre él y el cristal se iluminó. Los ojos del guardían reflejaron la mágica luz: si hubieses estado allí podrías haber visto todo el universo en sus ojos. Tanto los tiempos pasados como los futuros. Entonces se dió cuenta de que su mano lo ataravesaba poco a poco hasta palpar el húmedo ambiente del otro lado. 

Lo cruzó y se encontró en una distancia llena de espejos. Dió varias vueltas y comprobó que efectivamente se reflejaba en todos ellos... excepto que... excepto que en uno de ellos su reflejo lo observaba quieto... como una leona acecha en la sabana... Su reflejo desefundó su espada y avanzó. El pie que salió del espejo era negro como el tizón... Era un ser de sombras, sin rostro. 

Nerine sacó también su espada dispuesto a luchar. Atravesó fácilmente al negro ser y le hizo un tajo a todo lo largo. Su copia de sombras desapareció. 

Dió una vuelta por todos los espejos para comprobar que los múltiples reflejos se movían a su ritmo. Ahora encontró otra diferencia: en una de la imágenes sus ojos eran rojos en vez de grises. Golpeó el espejo con la empuñadura de la katana. Los miles de pedazos cayeron a sus pies. 

Detrás del espejo sólo había roca... además de una preciosa gema carmesía incrustada. Rascó la roca con las manos alrededor de la joya y la sacó. Ya tenía lo que había venido a buscar. Rompió el resto de los critales y se marchó.

En la corte del señor de Fondo Laguna la Blanca había mucho revuelo. El gran noble de Fondo Laguna la Negra estaba allí protestando por qué había mandado su aldea vecina un kasama a alterar la paz de su gente.

-¿Pero qué gente? Si sólo hay hongos y cuerpos putrefactos en vuestras tierras. Márchate, sólo lo he contratado para que me trajera un capricho... - respondía el señor de la Laguna Blanca con socarronería. - ¡Ahí está! ¡Oh, valeroso sabio y señor de las katanas! ¿Acaso traes el objeto de mis sueños? 

Nerine dejó caer en la alfombra la gema. Y extendió la mano sin mediar palabra. El primer servidor del señor Blanco depositó en ella un pequeño saquito con las monedas.

-Noble señor Blanco, aquí sólo hay ventiocho monedas, ¿usted de verdad creía que no notaría la diferencia entre los pesos de ventiocho y treinta monedas? He hecho muchos encargos para nobles como usted...

El siervo depositó las dos monedas que faltaban.

-... y además he tenido que luchar contra un ser demoníaco que no estab en mis planes y que...

-¡Dale cinco más y que se largue de aquí! -gritó el Blanco a su esclavo.

En todo esto, el Negro estaba estupefacto ante la escena. Nerine se marchó haciendo un breve gesto de cortesía a ambos señores de Fondo Laguna. 





Nota de la disparaletras

Queridos dd.ll., espero que les haya gustado este relato y que les haya recordado a ese libro o saga sobre el mítico héroe de su corazón... Los míos son Rolando de Galaad y el guerrero Nerine que siempre me salva de todas mis pesadillas. Y sí, hay mucha, pero que mucha historia detrás del último kasama ( o "señor del ka") de la región de Camaro. Los demás se extinguieron con la Guerra del Champiñón... (jaja, es sólo una broma de H.A.)

¿Que si este relato y los venideros (sólo si "el jefe" me concede tiempo libre) serán mis Torres Oscuras o mi Señor de Anillos? Humm... no creo. ¿Que si se podrían convertir en esas sagas? Es posible...quién sabe. Quizás sí o quizás no.

Y quién sabe qué le deparará al kasama Shiro y si podrá vengarse de ese maldito mago (ustedes aún no saben nada sobre él...pero yo sí... jajaja secretos de escritor).  O si encontrará el camino que lo llevará al final del claro antes de conseguirlo.



El mago